Bueno, de vuelta a la realidad, toca hacer algún pequeño amago de crónica de lo vivido este pasado fin de semana. Es cuestión de honor, cuando no de nostálgico placer (ya) desenfocado.
No es mi ánimo abrir los ojos de l@s que no tuvisteis la inmensa suerte de asistir. No. ¿Para qué esforzarme en vano por replicar el excelente ambiente, la sencillez y calidez de la organización, el aroma a libro vivo, caro y raro que se desprendía de cada detalle, cada mirada, cada sonrisa? No serían mis palabras más que vanos retazos de realidad acomplejada.
Verdadero interés por la literatura. Esa es la esencia que invade mi corazón al rememorar esas (pocas, demasiado pocas) horas. Buen@s viej@s amig@s y buen@s nuev@s amig@s. Su puntito de misterio con su puntazo de objetividad subjetivada. Su toque casi místico con un par de pies bien asentados en la tierra más dura y procaz. La frescura y la reflexión asentada se daban de la mano, aunque fuera para echarse un pulso, como el papel y la tinta electrónica, como la crítica y la alabanza, siempre en busca del bien mayor, del bien eminentemente literario.
Demasiado nombres para repetir ahora. Elena, Antonio, Santiago, Esther, Mamen, Fernando, José Luis, Iker, Saray, Gema, Antonia, Javier, Zineb, … Anika, por supuesto, siempre Anika. Demasiados momentos, demasiada pasión, demasiado pasado y demasiado futuro entre líneas, letras y garabatos (esbozos) de sueños.
Me quedo con todo. Con todo. Sobre todo si ese todo incluye la posibilidad de repetirlo todo otra vez más. De mí… de mí quedaos lo que queráis. Aquí seguirá, siempre a vuestra disposición. Lo que no queráis, podéis olvidarlo sin problema. Nadie llorará por la leche derramada mientras dura la embriaguez del verdadero, auténtico, placer literario.
Amig@s, nos vemos en el recuerdo y, espero, en el futuro.
Un fuerte abrazo.
